Envases y desperdicio alimentario: aliados invisibles contra un problema
global
En un mundo donde más de 800 millones de personas padecen
hambre, resulta paradójico que un tercio de los alimentos producidos termine en
la basura. El desperdicio alimentario es un problema global con profundas
consecuencias económicas, sociales y ambientales. Sin embargo, una solución
menospreciada en ocasiones emerge como clave: el envasado de alimentos.
Lejos de ser simples contenedores, los envases tienen un rol
crucial en la preservación y conservación de los alimentos, evitando pérdidas
innecesarias en toda la cadena de suministro. Pero este papel esencial plantea
preguntas complejas sobre sostenibilidad, consumo responsable y tecnología.
Existen diversas maneras de luchar contra el desperdicio
alimentario. Por ejemplo:
Impulsar el consumo responsable mediante la planificación de
compras ya que una de las causas principales del desperdicio alimentario en los
hogares es la compra excesiva o desordenada de alimentos. Fomentar el uso de
herramientas como listas de compras planificadas o aplicaciones de gestión de
despensas puede reducir significativamente los alimentos que acaban desechados.
Además, campañas de sensibilización que eduquen sobre el aprovechamiento de sobras
y la correcta conservación de los alimentos pueden cambiar hábitos hacia un
consumo más consciente.
Donación de excedentes alimentarios aptos para el consumo, tanto desde
supermercados como desde restaurantes, es una medida clave. Normativas como la Ley
3/2020 en España, que regula la donación de excedentes para bancos de alimentos
y otras organizaciones sociales, pueden ser reforzadas para incluir incentivos
fiscales y logísticos que faciliten la redistribución. Esto permite aprovechar
alimentos que de otro modo serían desechados, ayudando además a combatir la
inseguridad alimentaria.
Etiquetado inteligente, como códigos QR que indiquen el
estado real de frescura del producto, permiten a los consumidores optimizar el
consumo antes de que los alimentos se deterioren. Estas soluciones, combinadas
con una revisión de la normativa de fechas de caducidad y consumo preferente,
podrían eliminar confusiones y reducir el desperdicio asociado a fechas mal
interpretadas.
No obstante, en este artículo, como su nombre indica,
queremos analizar el papel que juega el envase en el contexto de la lucha
contra el desperdicio alimentario.
El impacto del
desperdicio alimentario
Cada año se desperdician alrededor de 1.300 millones de
toneladas de alimentos en el mundo, según la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En Europa, el desperdicio
alimentario representa 88 millones de toneladas al año, con un coste estimado
de 143.000 millones de euros. España no es ajena a esta problemática: en 2023,
se calcula que cada hogar desperdició, en promedio, 28 kilos de alimentos al
año.
El impacto ambiental de estas cifras es abrumador. Los
alimentos desechados generan entre el 8 % y el 10 % de las emisiones globales
de gases de efecto invernadero. Este desperdicio equivale a malgastar millones
de litros de agua, toneladas de fertilizantes y enormes extensiones de tierra,
recursos que no pueden recuperarse. Además, la gestión de los residuos
alimentarios en vertederos añade otra capa de contaminación al emitir metano,
un gas con un efecto invernadero 25 veces más potente que el CO₂.
Pero las implicaciones van más allá del medio ambiente.
Desde una perspectiva económica, los costos recaen en toda la cadena
alimentaria: agricultores, productores, minoristas y consumidores pierden
dinero y recursos. En un plano social, el desperdicio alimentario agrava las
desigualdades, destacando la contradicción entre los excedentes de alimentos en
ciertas partes del mundo y la escasez en otras.
El papel de los
envases: mucho más que estética
Cuando se piensa en un envase, muchos lo asocian con
plásticos innecesarios o residuos difíciles de reciclar. Sin embargo, detrás de
cada envoltorio hay tecnología diseñada para extender la vida útil de los
alimentos, protegerlos de daños y mantener su frescura.
Un ejemplo cotidiano lo encontramos en el pan envasado al
vacío, que puede durar semanas sin perder calidad. Sin este envase, el pan se
endurecería o enmohecería en pocos días. De forma similar, las bandejas
selladas de carne evitan que los productos se descompongan antes de llegar al
consumidor.
El envasado también facilita el transporte y almacenamiento,
reduciendo las pérdidas en las etapas previas al consumo. Frutas, verduras y
lácteos llegan en mejores condiciones gracias a tecnologías como la atmósfera
modificada, que regula los niveles de oxígeno y dióxido de carbono dentro del
envase para mantener los alimentos frescos por más tiempo.
En un estudio realizado por la Universidad de Wageningen, se
demostró que los envases adecuados reducen el desperdicio de alimentos
perecederos en hasta un 50 %. Esto subraya la necesidad de un cambio en la
percepción pública: el envase no siempre es el villano, sino un aliado esencial
en la lucha contra el desperdicio.
La innovación al
servicio de la sostenibilidad
La industria del envasado está avanzando rápidamente hacia
soluciones más sostenibles.
El ecodiseño, una estrategia centrada en minimizar el
impacto ambiental de los productos desde su concepción, se está consolidando
como una solución clave en este contexto. A través del ecodiseño, se
desarrollan envases con materiales reciclados, reciclables o biodegradables
que, además de garantizar la frescura de los alimentos, reducen
significativamente los residuos plásticos. Por ejemplo, la incorporación de
tecnologías como barreras activas y materiales inteligentes permite prolongar
la vida útil de los productos, disminuyendo el desperdicio tanto en el hogar
como a lo largo de la cadena de suministro.
Por ejemplo, las etiquetas inteligentes, mencionadas
anteriormente, que
cambian de color para indicar la frescura del producto, están ayudando a los
consumidores a tomar decisiones informadas. Asimismo, envases reutilizables
como los promovidos por sistemas de economía circular están transformando la
manera en que compramos y almacenamos alimentos.
Sin embargo, estos avances enfrentan desafíos. Los
materiales sostenibles suelen ser más costosos, y muchas infraestructuras de
reciclaje no están preparadas para manejarlos eficientemente. Aquí entra en
juego el papel de los consumidores: al elegir productos con envases sostenibles
y reciclar adecuadamente, podemos cerrar el círculo y maximizar los beneficios
de estas innovaciones. Las Administraciones Públicas también deben
actuar con determinación y apoyar de manera decidida los esfuerzos por
presentar estos nuevos materiales y envases, premiando a las empresas que se
impliquen en ello para que puedan rebajar el coste final a pagar por los
consumidores. Políticas fiscales ventajosas, incentivos, e inversión pública
para ello, pueden ser herramientas que ayuden a popularizar estas innovaciones,
y haciendo que sea más sencillo ajustar costes.
El dilema del exceso
de embalaje
A pesar de los beneficios del envasado, es innegable que
existe un problema con el exceso de embalaje. Los supermercados llenos de
frutas y verduras envueltas en capas de plástico innecesario son un
recordatorio constante de este desequilibrio.
El desafío radica en encontrar un balance entre proteger los
alimentos y minimizar el impacto ambiental de los envases. Algunas cadenas de
supermercados están eliminando gradualmente los plásticos de un solo uso y
optando por alternativas como mallas de algodón o envases de cartón reciclado.
Sin embargo, el cambio debe ir acompañado de educación al consumidor, para que demande este
tipo de productos y evite que esta reducción no comprometa
la conservación de los alimentos, cuidando
su posterior
manipulación y almacenamiento, y usando los envases adecuados en
la medida necesaria..
Las nuevas normativas también persiguen reducir el uso de
determinados materiales, y racionalizar los envases y embalajes, pero si no se
hace de modo orgánico y progresivo, pueden empujar a muchas empresas y comercios al borde del precipicio económico
por los costes y la velocidad de adaptación que se requiere. Vivimos un momento
de transición ecológica que se está acelerando por la urgencia de frenar las
actividades humanaos
perjudiciales para el Medio Ambiente, pero no debemos perder la medida de las
cosas. Es mejor avanzar a paso firme a un ritmo asumible, que correr
descontroladamente.
Consecuencias de no
actuar
Si no tomamos medidas para reducir el desperdicio alimentario
y mejorar el envasado, las consecuencias serán devastadoras. La FAO estima que,
de continuar la tendencia actual, para 2050 necesitaremos un 70 % más de
alimentos para alimentar a la población mundial, un objetivo difícil de
alcanzar si seguimos desperdiciando una tercera parte de lo que
producimos.
En el ámbito económico, los costos seguirán disparándose,
afectando especialmente a las familias de ingresos bajos y a las pequeñas
empresas. Y en términos ambientales, el planeta enfrentará una presión
insostenible sobre sus recursos, agravando problemas como el cambio climático y
la pérdida de biodiversidad.
El poder del
consumidor
Aunque el desperdicio alimentario y los problemas
relacionados con los envases parecen desafíos abrumadores, los consumidores
tienen un papel crucial en la solución. Los envases por sisí
mismo como vemos, tiene un papel fundamental en un mundo más justo, eficiente y
sostenible. Lo importante es contar con un sistema de reciclaje que llegue al
100% de los envases, y unos envases de alta reciclabilidad. Y como decimos, para ello, el consumidor es la pieza
clave, con sus decisiones de compra y sus actos de economía circular.
Elegir productos con envases sostenibles y diseñados para
prolongar la vida útil de los alimentos es un buen comienzo. Pero también es
fundamental aprender a almacenar correctamente los alimentos en casa,
aprovechar las sobras y planificar las compras para evitar excesos.
Además, el reciclaje juega un rol fundamental. Cada envase
reciclado correctamente es un envase que no termina en un vertedero o
contaminando el medio ambiente. Conocer los sistemas locales de reciclaje y
seguir sus pautas puede marcar la diferencia.
Conclusión: una
responsabilidad compartida
El desperdicio alimentario es un problema complejo que
requiere soluciones integrales. Si bien los envases no son la única respuesta,
su diseño y uso inteligente pueden ser una herramienta poderosa para reducir
pérdidas y minimizar el impacto ambiental.
Los consumidores, las empresas y los gobiernos deben
trabajar juntos para encontrar un equilibrio entre la funcionalidad y la
sostenibilidad de los envases, garantizando al mismo tiempo que los alimentos
lleguen a quienes más los necesitan.
En última instancia, la lucha contra el desperdicio
alimentario no es solo una cuestión de tecnología o regulación. Es una cuestión
de valores, de responsabilidad colectiva y de la voluntad de proteger los
recursos que sostienen la vida en nuestro planeta.

