
Ejemplo: Un ascensor, también tiene unos márgenes de tolerancia respecto de los pesos que puede transportar. y somos conscientes de ello. Por eso, cuando calculamos que el peso de los individuos que están montados en el ascensor, cumple los parámetros, esperamos a que realice su trayecto, se vacíe, y poder subirnos con seguridad. Esto, evita forzar estos márgenes y provocar un accidente ( lo que no garantiza que si vamos solos en el ascensor, no ocurra igualmente, puesto que los accidentes, tanto en ascensores como en el sector alimentario, pueden ocurrir aun sin transgredir los límites). En cambio, cuando el ascensor ya está lleno, y la persona que quiere subir es un niño, no solemos poner pegas porque sabemos que aunque sobrepasemos el límite, es por tan poco peso, que el margen de tolerancia, absorberá sin problemas la demasía.
Lo mismo ocurre con las fechas de caducidad. Descubrir que tenemos en la despensa un producto sin consumir con apenas unos días más de lo que indica su fecha de caducidad, no es lo mismo que descubrir que han pasado semanas o meses. Tampoco es lo mismo un producto fresco que envasado al vacío, o cerrado herméticamente. O un producto a medias de consumir ya con el envase abierto, a un producto que no se ha abierto y se ha conservado adecuadamente. Además, un factor muy importante son las características del producto, ya que la fecha de caducidad como valor orientativo que es, no debe ser el único factor determinante. El sabor, la textura del producto, el olor, el color y en general las características habituales del productos. En ocasiones, abrimos un producto caducado por un solo día, y que ya presenta deterioro es sus características, y sin embargo, en otras ocasiones, pasados varios días, el producto no presenta características negativas. Por tanto, y como insistimos, la fecha de caducidad, debe ser únicamente un parámetro más a tener en cuenta. El más importante, pero ha de unirse a otros en el caso de que decidamos consumir productos pasados de fecha.
En resumen, el consumo de productos caducados conlleva unos riesgos, que pueden minimizarse aplicando un poco de atención y de sentido común. Prestando atención a los signos externos habituales del producto, y aplicando el sentido común al plazo transcurrido desde la fecha de caducidad hasta la fecha de consumo, procurando que el plazo no sea excesivo y el producto se consume lo antes posible y en la fecha mas cercana a la de caducidad. Diferenciar entre productos frescos y envasados también es una cuestión de sentido común, sabiendo que los productos frescos toleran peor el paso del tiempo y requieren mayor atención a su deterioro.

Generalizar el consumo y la comercialización de alimentos caducados, puede generar una inseguridad alimentaría en la población, y una arbitrariedad innecesaria, puesto que en ultima instancia sería el consumidor el que debe decidir cuando consumir el producto, y asumir riesgos para su salud, prácticamente a ciegas, como si de una lotería alimentaria se tratase. Es una práctica más que temeraria por parte de un Estado, que Como miembro de la UE, debe velar por la integridad física de sus ciudadanos. No es lo mismo, que el consumidor adquiera un producto, le caduque y decida consumirlo, a que el Estado permita vender productos ya caducados para un consumo incierto en cuanto a plazos salubres.
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